Insiste, si es preciso,

aunque lances palabras

a la quietud errática

del agua en el remanso,

donde entrenan los ríos la mirada,

y no vuelvan jamás.

Al fin y al cabo ahora ya estamos los dos solos

en esta voz fingida:

aquí ni hay simulacro

ni caben maniobras de despiste.

Hablemos de hombre a hombre

sin esperar respuestas del azogue.

Ante el reflejo limpio,

la sed insobornable de brisas amorosas

destruye las imágenes.

Ángel Fernández Benéitez

Y digo yo:

de hembra a hombre,

de alma alerta

a alma distraída.

Hablemos de lo oculto,

de aquéllo que callamos

y clama,desde entonces,

al cielo raso:

a aquél bendito cielo de la tarde,

a la espuma blanca,

trémula y batiente

de sus labios.

Para qué más hablar

si ya está todo dicho.