Viernes de Dolores. La Hermanandad del Santísimo Cristo del Espíritu Santo sale de la Iglesia que lleva su nombre. Ya es noche cerrada y Zamora se calla. El silencio es ahora el protagonista.
El viento azota la blanca estameña de las túnicas, y las velas, dentro de los faroles, tintiean estremecidas. Es viernes de dolor y se siente una especie de espina clavada, no se sabe dónde. No es difícil remontarse, tiempo atrás, algo más de dosmil años, para revivir lo que nunca muere. Cada año. Cada viernes, como hoy. En Zamora.
Como mudos testigos, el arroyo de Valorio, ya urbano, la torre románica de la Catedral, su inigualable cúpula bizantina. Y el pueblo, siempre fiel, siempre expectante.
Es nuestra semana más universal, es nuestra meca occidental, en la que todos nos damos cita.